martes, 20 de mayo de 2014

LO CONTINGENTE




Es claro que en el siglo XXI es imprescindible que los psicoanalistas, ante el real tan particular con el que la clínica nos confronta cada día, volvamos a los fundamentos del psicoanálisis, para reconfigurar el campo donde inscribimos nuestra práctica.

Ya se sabe que no se trata de desechar enseñanzas anteriores, ni ir pregonando porahí que Freud y su obra están fuera de moda…nada de eso! los fundamentos son los mismos. La ética es la misma. La cuestión es cómo servirnos de eso en laactualidad de nuestra época.

Tampoco se trata solo de ir enumerando síntomas nuevos, nuevas formas de angustia; o mejor dicho, no solo se trata de limitarse a su descripción y clasificación, sino que se trata de repensar cómo responde el analista a esto que se lee como “lo nuevo”: goces desarregulados, más allá de los objetos adictivos, se trata de un goce que está a la deriva, que nada lo fija, nada lo ordena, no hay nada que detenga en algún punto esa libido que se desparrama, sin límite, por ejemplo en el cuerpo. Sin el l´mite de qué? Del padre como función.

Hoy en día el cuerpo es el escenario de muchos de estos síntomas nuevos, y por más que la ciencia pretenda clasificarlos, buscarle la cuestión genética o neuronal, hay algo que no se aborda desde ahí…Y ahí es donde enmara el psicoanálisis, ocupándose de lo que la ciencia rechaza: el sujeto.

Para esto contamos con la última enseñanza de Lacan, cuyos conceptos nos sirven para poder leer estos nuevos síntomas, y darles un tratamiento.

En esa última enseñanza la categoría de sujeto pasa a ser reemplazada, sustituida por la del parlêtre, el ser parlante, atravesado por lalengua. Lalengua, ese neologismo establecido por Lacan para dar cuenta de lo que impacta en el cuerpo de un ser vivo, y lo vuelve un ser parlante, con el costo que eso tiene.

De ahí las diferentes y singulares soluciones que cada uno se “inventa” a partir de ese encuentro traumático con la lengua.

Pero la noción de parlêtre correspondiente al “último Lacan” es una noción que apunta a más acá del sujeto; podríamos decir que corresponde a ese instante que el organismo, como ser vivo, es tocado, ,marcado por el significante, cuyo encuentro y anudamiento fijará una modalidad particular de goce, algo que será no solo lo más singular sino la inmodificable, ese punto de “incurable”.

A ese anudamiento, le llamamos con Lacan, tal como lo enuncia en su Seminario 23, El Sinthome, “acontecimiento del cuerpo”. Una ruptura, un quiebre, una fisura que conlleva la dimensión del azar, de lo contingente. De ahí, que al no ser seres programados, no tenemos instintos para responder a eso sin que quede, por más respuesta que se le de, una marca.

Si bien no hay un “programa” que advierta, que prevenga, que prepare al ser humano ante lo contingente e imprevisible, éste tiene como contrapartida, soluciones concernientes a la palabra: al sentido que se le puede dar a ese acontecimiento, vía la articulación de las palabras. De ahí los múltiples sentidos que uno puede darle a eso, constituyendo así una solución, que sin embargo para nada cubre lo traumático.

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